jueves, 30 de diciembre de 2010

2011

Esta noche no pretendo hacer la crónica de una década, ni volver la vista atrás. No quiero reutilizar tópicos de ánimo y felicidades, ni decir que este año que viene será una nueva oportunidad. No es mi intención desear que seas feliz todo el año, ni que te des cuenta de que has sido testigo de cosas importantes: porque sí, yo también vi llegar el 2000; vi caer las torres, canar el mundial, la guerra de Irak, la TDT y la llegada del €uro.
Pero bueno, por mucho que me entusiasme ser testigo de todo esto, no es lo importante ahora.
Podría desear también que cumplieses todos tus sueños este año. Pero no lo haré. 
Eres muy dueño de tu vida para saber lo que haces con ella...
Ni siquiera me pondré melancólica recordando cosas que ni tú ni yo hemos vivido. No te diré lo que significas para mí esta noche. 
Solo te pediré que veas esto:


Tú escribes el 2011

De invierno

Porque no quedan ganas
ni celo
porque para cuando tengas un rato,
te espero
entre un oleaje de
sábanas, que enero
parece negarse a mojar;
entre las palabras que no acabó 
tu boca de sal y hielo;
entre la vida de 
estos versos, que no tienen alma
al igual que yo.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Un lápiz

Un lápiz es solo un lápiz. Pero es curioso lo creativo que se vuelve uno cuando tiene que estudiar. ¿Mis apuntes? Completamente artísticos: no hay ni un solo margen en el que no haya dibujado o escrito algo. Y ahora, con un lápiz en la mano, me paro a pensar en ese trozo de madera que conecta todo lo que puede salir de mí con el mundo real.
Dibujo una línea: bien, algo nuevo. Antes no existía y ahora… forma parte de este mundo. De todo. No, creo que me he expresado mal. Ahora es parte de TODO: esa línea, los coches, mi casa, la tuya, los poemas, las sandías, los abetos, el color azul, el agua, las sábanas, el chico de negro, las ventanas, los ancianos, la carretera, las antenas parabólicas, las tiendas de lencería, los adverbios, los zapatos de tu hermana, Cher, los cuadros de Van Gogh, los despertadores, el azahar, las clases de música, el aceite, las naranjas, los cachorros, los pañuelos, las amapolas… en fin, todo.
Y continúo esa línea con otra, y luego otra. He creado algo. No sé exactamente qué es, pero bueno, es algo. Parece un niño, ¿o es un gato? 
Sinceramente, esto nunca se me ha dado bien. Me refiero a dibujar. La señorita Guijarro, que me daba clases de dibujo en el colegio, miraba por encima del cristal de las gafas mis trabajos y decía, exaltada, como si hubiera visto algo profundamente ofensivo: “¡Si Caravaggio levantara la cabeza…!” Entonces suspiraba. Una vez, se escuchó la respuesta de un compañero que decía “seguramente se daría contra…” y antes de que terminara la frase, ya estábamos los dos de camino al despacho del director: él por contestación indebida, y yo… por reírme, por supuesto. Siempre me estoy riendo.  ¡Y cualquiera habría entendido mi risa! Menos la señorita Guijarro. Tenía un carácter un poco difícil aquella mujer.
Pero volvamos al dibujo. Sigue fascinándome como se ha materializado lo que hace un momento, solo veía yo. Era mío y ahora está en esa hoja: parece mágico. 
Tal vez Caravaggio también sintió algo parecido. Bueno, él ha dejado cosas bastante más imponentes, pero todo se reduce a lo mismo: una idea y el papel. Al fin y al cabo, un lápiz es solo un lápiz.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Jorge

Jorge es una estrella. Sí, una estrella. Un puntito de luz en el cielo. Nada más. 
No, de hecho, ni siquiera es una estrella. Es un planeta, Venus concretamente. 
Pero claro, eso ellos no lo sabían. 
Se conocieron cuando ella tenía 17 años y el 24. El primer amor, solo que ellos pasaron toda la vida juntos. Tuvieron cuatro hijos: un niño y tres niñas. Formaron una familia, que sí, ha tenido sus riñas... ¡y menudas han sido! Pero se querían por encima de todo. Lo eran todo el uno para el otro. Almas gemelas. O simplemente, puede que no conocieran otra cosa. No lo sé.
El caso es que una vez, él tuvo que pasar un tiempo lejos de casa por trabajo. Meses y meses separados. Pero había una solución.
- Todas las noches, a las diez, mira a Jorge- dijo él- Yo le estaré mirando también, y entonces sabremos que estamos juntos.
Y a partir de entonces, cada vez que se separaban, miraban a Jorge, porque sabían que por muy lejos que estuvieran, el hecho de estar bajo el mismo cielo, les unía.

Esto es una historia real. Me pareció dulce, encantadora ¿Quién sabe si lo cumplieron todas las noches? En realidad da igual. 
Ni siquiera llegaron a contarme por qué él decidió ponerle Jorge a una estrella.
Lo que importa aquí es que incluso una pareja que para el resto del mundo es "normal", con sus más y sus menos, tenga cosas tan maravillosas.

Ellos

Entre ellos, ciertamente, no quedaba demasiado que decir. Pero volvía a caer una y otra vez. Una imaginación demasiado activa había sido su problema.
Vivió en conversaciones, riñas, seducciones y encuentros que jamás existieron. ¿O acaso existe lo que sólo acontece en nuestra mente? Tal vez, tener testigos sea lo que dota a las cosas de “realidad”, y si eres el único testigo de algo que solo tú conoces, ¿ese algo deja de ser real?
Tal vez existan distintos niveles de realidad: la mundana- de la que todos participamos, la sociedad, el mundo físico- y una realidad de la que sólo cada uno de nosotros somos partícipes. Aquel lugar donde nuestra vida se desarrolla a partir de nuestras percepciones del mundo físico, de las experiencias… de nuestros deseos y expectativas. Una realidad formada a partir del mismo molde que nosotros mismos. Nuestra realidad.
Si también lo vivimos, ¿por qué un sueño es menos real que un hecho de este mundo?
Lo realmente triste es comprobar que la realidad dibujada en nuestro propio mundo no se corresponde jamás con la imperfección de este. Tal vez se parezca, pero no es igual (¿ocurren las cosas tal y como las hemos soñado?)
Aún así, es curioso que nuestro mundo físico esté formado por la unión de millones de pequeñas partes del mundo onírico de millones de personas a lo largo de la historia.
Nuestros mundos “soñados” se han ido mezclando hasta formar este. ¿No idearon los hermanos Wright el avión? ¿No soñó Colón con cruzar el atlántico? ¿No cambiaron estos hechos el rumbo de la historia?... ¿No soñaron ellos con estar juntos? ¿No ha cambiado esto sus vidas?
Pero esta vida soñada no sigue el mismo rumbo que la de este mundo.
En un mundo “real” en el que tus sueños también me influyen a mí, es posible que la libertad sea tanto un castigo como una bendición. Al fin y al cabo, somos nosotros los que decidimos qué hacer con ella.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Lo que nos cuentan los libros...(I)

"Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia. Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad en la sangre y cree que, si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre su cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela, su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que él. Un escritor está condenado a recordar ese momento, porque para entonces ya está perdido y su alma tiene precio"

C. RUIZ ZAFÓN, El Juego del Ángel
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Es cierto: tarde o temprano aparece en nuestra vida alguien capaz de decir las palabras exactas.
El sentirnos identificados con esa persona queda atrás, para descubrir en ella una versión mejorada de nosotros mismos.
De pronto esa persona ha dicho las palabras exactas, aquello que ardía en nuestro interior pero que nunca conseguimos plasmar porque parecía que al darle una forma, al dotarlo de realidad, le hemos robado toda la esencia que lo hacía único.
¿Pero qué son estas?
Diría Shakespeare: "Sólo son palabras, palabras, palabras..."
¿Dónde reside entonces su poder?
No lo tienen.
Sólo poseen aquel poder que quien las pronuncia y quien las reciba, quiera darles.
He de reconocer que ese veneno ya corre dentro de mí, tal vez desde hace tanto que hasta el último rincón de mi ser ha caído en la dulce embriaguez que supone el imaginar que tu vida será dirigida unicamente por aquello que salga de tí.
Envenenada por el poder que supone hacer realidad todos los mundos, todas las historias, y sí, incluso, todas las vidas que lleguen a pasarse por mi mente.
Es posible, no lo niego, que lo realmente atractivo sea el poder y la seguridad de tener en tus manos el desarrollo de una vida, ya que nuestro final muy posiblemente nunca lleguemos a controlarlo.
En un mundo dominado por el azar, nos aseguramos la sucesión de unos acontecimientos: vivimos mil vidas que no son las nuestras.
Buscamos la inmortalidad.
Otro asunto es saber hacerlo.
Hay quien lucha para poder ver materializado ese sueño de vida eterna, y hay quien se pasa la vida buscandose a sí mismo en las palabras de otro.
El hecho de sentirnos identificados puede que nos lleve a no ser más que meros actores de nuestra vida.
¿Y qué vamos a hacer entonces? Sigamos fingiendo.
Puede que nuestra alma ya tenga un precio.

y el poema de hoy es...

 Para la libertad

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas a mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
aún tengo la vida. 
Miguel Hernández

Mi mano y el papel


"Desde el aire veía la tierra, surcada y malherida por los caminos. Como un mosaico de colores: verdes, ocres.
Los ríos la atravesaban, abriendo grietas en su piel seca y dura. Entonces pensé en cuánta suerte tenían. Suerte por saber a dónde se dirigían, cuál era su destino. Nacieran donde nacieran, se abrían paso en una marcha lenta hacia el mar. Tal vez lo que nos ocurría era que al no saber cual era nuestro objetivo, no conseguíamos la fuerza suficiente para luchar por él. Tal vez nuestro mayor problema era, precisamente, poder elegir"

Un desastroso cajón de sastre

Sí, cada cual a lo suyo. Ni mucho ni poco. 
Es la 1:42 a. m. y estoy aquí, pensando qué hacer. 
Sin grandes pretensiones, ni demasiado que ofrecer a nadie. 
La idea inicial es volcar aquí todo lo que es bello... y sí, también todo lo que podría serlo más. 
Pero, haciendo un guiño a esa gran serie, diré que yo también soy una de esas personas que piensan que cualquier cosa que ocurra antes de las 9 de la mañana es digna de desconfianza. 
Así que no prometeré nada acerca de esto.